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DESAFÍO 21 DÍAS, siendo padres: Una mirada clínica a la lógica del disciplinamiento y aburrimiento actual.

La promesa de crear hábitos y rutinas, siguiendo pautas en 21 días, han estado rondando en las redes sociales y medios comunicacionales. Con el imperativo de ser funcionales, activos y productivos padres y madres consultan por sentirse sobrepasados y sobre exigidos, al tratar de cumplir con todos estos imperativos de ser, demandando fórmulas para lidiar con sus propias incertidumbres y la de sus hijas/hijos/hijes, en la crianza.

En las últimas semanas una pregunta que se ha vuelto repetitiva, durante las entrevistas psicológicas con los adultos a cargo del cuidado de niñes, ha sido lo sobrepasado que se sienten frente a la crianza. 

Si consideramos que los espacios habitacionales son cada vez más reducidos y que el estrato socioeconómico determina diametralmente las diferentes concepciones sobre el cuidado, las demandas de fórmulas para superar este caos sanitario y existencial, se han transformando no solo en un desafío para la clínica actual, sino que también, una exigencia social para cumplir con los mandatos de productividad y eficiencia propios del sistema capitalista.

Si ha esto le sumamos, el bombardeo de información que se hace más evidente en este período de encierro, a través de las redes sociales y televisión, apuntando a crear hábitos de vida saludables, el mantener rutinas, desde meditaciones varias ha ejercicios físicos, acompañados de variados rostros que disfrutan al hacerlo mostrando sus impresionantes resultados, el imperativo de normar desde el ocio hasta las horas de sueño, ha sido la demanda que ha cruzado la consulta estos días.

El no poder dormir bien, comer poco saludable, no hacer todo lo que se había propuesto, no alcanzar los desafíos de 21 días para establecer rutinas, ha incrementado las ansiedades durante el desarrollo pandémico, observando a su vez específicamente en los padres y madres, un redescubrimiento de sus funciones, porque de sopetón se dan cuenta que ser padres es el trabajo más improvisado del mundo y no hay manual que aguante.

Por esta razón es importante establecer nuevos términos en las formas en que se ejercen las rutinas, considerando siempre el estado excepcional que atraviesa cada uno de los integrantes del núcleo familiar y sus particularidades. Les niñes se dan cuenta de lo que está pasando, es por esto necesario que tengan espacios de distensión, aunque eso implique conectarse a una pantalla, ya que las plataformas digitales facilitan la interacción con otras personas que están lidiando con las mismas incertidumbres. 

A su vez, el dar un lugar para la inactividad, ocio o simplemente aburrimiento, facilita el uso de herramientas que se dirijan a lidiar consigo mismes, proporcionando un espacio para que emerja el juego espontáneo y la creatividad.

Finalmente, entender que al igual que los adultos, les niñes no siempre pueden poner palabras a aquello que lo aqueja, y que la forma de comunicar sus emociones y frustraciones, muchas veces se pueden manifestar sobretodo si son más pequeñes, en pataletas y rabietas difíciles de controlar. 

Ante esto mantenga siempre la calma, de ser posible distraigalo con alguna actividad, para luego conversar sobre lo que gatillo el malestar, evitando conversaciones complejas y muy largas, en miras de ayudar acogiendo su demanda; aplique todas estas indicaciones consigo misme, si siente que no puede expresar lo que siente, se encuentra ansioso y temeroso o la incertidumbre lo desborda; pataleé si lo necesita y vuelva a funcionar.