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PREVENCIÓN DEL SUICIDIO Y JOVENES LGBTQ+ EN CHILE

“Habitar una identidad, encontrar un sitio que resulte confortable para la representación de sí mismo, es una tarea confortable para la representación de sí mismo, es una tarea ardua pero necesaria a los fines de “Ser y sentirse real”

(D. Winnicott)

El pasado 9 de septiembre se conmemoró el Día Mundial para la Prevención del Suicido, y la invitación desde la Organización Mundial de la Salud, fue formar diferentes medidas y compromisos entre los países para prevenir los suicidios. Según la OMS “cada día hay en promedio 3000 personas que ponen fin a su vida, y al menos 20 personas intentan suicidarse por cada una que lo consigue” (1); A su vez la OCDE, señala que se ha experimentado en Chile un aumento sostenido de los casos de suicidios consumados, específicamente durante el periodo de 1990 al 2010, superado sólo por Corea a nivel mundial. (2) Si sumamos a lo anterior que la primera causa de muerte entre los 20 y 25 años de edad es el suicidio, nos encontramos frente a una alarmante crisis en la salud mental, a temprana edad.

Esta información abre nuevas interrogantes sobre los factores de riesgo que inciden en la juventud chilena y la manera en que la Psicología, y en particular el Psicoanálisis, le hacen frente. Un estudio sobre “la salud mental en las personas LGBTQ+ en el contexto de la pandemia COVID-19 en Chile”, impulsado por el Movimiento por la Diversidad sexual de Chile, en conjunto con la Universidad Católica de Norte y la Universidad Alberto Hurtado demostró que la población LGBTIQ+ tienen los peores indicadores de depresión y suicidio, en relación con la población en general. 

Lo anterior se podría explicar en parte, porque para las personas que han iniciado un proceso de transición y/o han “salido del closet” la red de apoyo que generan es muchas veces más importante para sus procesos personales, que la familia nuclear, debido a que parte de las discriminaciones y violencia de todo tipo pueden provenir de los familiares más directos. La cuarentena entonces, atentaría directamente en los estados mentales de esta población, ya que debido a los desempleos o bajas radicales de los salarios, se han visto en la obligación de volver a la familia de origen, en búsqueda de un lugar para pasar los días, atentando con su propia dignidad. En el país, las lógicas de productividad y eficiencia se han impregnado en prácticamente todas las esferas de la vida cotidiana, exigiendonos ser funcionales a tiempo completo, aunque estemos en un contexto de crisis sanitaria, la consigna es producir. 

Si se considera que las limitantes sociales y los espacios de confinamiento durante la pandemia tienen relación directa con la estabilidad de los estados emocionales, se podría pensar que estamos viviendo un período de cambios sociales, en donde una parte de la población que no llegan siquiera a alcanzar un tratamiento psicoterapéutico, considera dejar de existir, aunque la vida sea una garantía constitucional; “la identidad sexual, amenazada siempre por los deseos contradictorios que el inconsciente impulsa, debe sin embargo lograr una cierta estabilidad que no dependa de la elección amorosa o genital de objeto amoroso, sino de los modos con los cuales el sujeto se instruya en el interior de una red simbólica que lo sostenga sin asfixiarlo” (Bleichmar, 2006) 

¿Cuál es la posición del psicoanálisis frente a las problemáticas de género, en una sociedad cada vez más melancolizada?

El pensamiento psicoanalítico, y la interpelación a las prácticas dentro del consultorio  desde los inicios del psicoanálisis, se han puesto en revisión constante. Sin embargo, la manera en que el psicoanálisis se ha introducido en temáticas de género y de sexualidad en su sentido más amplio, presenta lecturas sobre los enunciados psicoanalíticos, muchas veces sesgadas en su interpretación, reduciendo las clasificaciones en torno de la feminidad y masculinidad en una jerarquía funcional, que restringe los procesos de producción de las subjetividades en términos binarios y lo que escapa de aquello es considerado una “desviación sexual”,  haciendo una lectura patologizante de las diferentes formas en el ejercicio de la sexualidad y su relación con la conformación yoica. En este sentido Silvia Bleichmar señala que “entre la biología y el género, el psicoanálisis ha introducido la sexualidad en sus dos formas: pulsional y de objeto, que no se reducen ni a la biología ni a los modos dominantes de representación social, sino que son precisamente, lo que hacen entrar en conflicto los enunciados atributivos con los cuales se pretende una regulación siempre ineficiente, siempre al límite” (1999)

Si la revisión y el retorno constante a los conceptos psicoanalíticos, son parte de la formación como analistas, la influencia de los contextos sociales y productivos, son inseparables al estudio. Que la sociedad chilena de cuenta de las altas tasas de suicidio juvenil a escala mundial, nos hace pensar desde la praxis que estamos llegando tarde. 

El derecho a ser y sus formas de representación subjetiva, no son garantizadas constitucionalmente como el derecho a la vida. ósea en palabras simples podemos vivir pero no ser. 


Bleichmar, S (1999): “La identidad sexual: entre la sexualidad, el sexo, el genero”,<em> Revista de la asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para graduados,</em> n°25, pp. 29-45
Bleichmar, S (2006): Paradojas de la sexualidad masculina, Buenos Aires, Paidós.
Meler, I (2017): Psicoanálisis y género: <em>escritos sobre el amor, el trabajo, la sexualidad y la violencia, </em>Buenos Aires, Paidós.

https://www.who.int/mental_health/prevention/suicide/suicideprevent/es/